Banano enfrenta desafío de plagas.

La industria bananera de Centroamérica, que experimentó un repunte en los últimos dos años, enfrenta serios desafíos por la amenaza de las plagas y un mercado cada vez más disputado, coincidieron expertos que participaron esta semana en un foro mundial en Costa Rica.

La aparición en Africa y algunas zonas de Asia del «Mal de Panamá», la más destructiva plaga de los bananales, ha disparado las alarmas en América Latina, donde algunos expertos consideran que su llegada es solo cuestión de tiempo.

Por otra parte, acelerados cambios en los patrones de consumo en los grandes mercados de la fruta, Estados Unidos y Europa, retan a los productores a dar un giro radical hacia métodos de producción más amigables con el medio ambiente.

Los desafíos sanitarios planteados por el cambio climático, los problemas del mercado y la logística de transporte, son los temas centrales debatidos por unos 600 representantes de la industria bananera mundial que se dieron cita esta semana en Costa Rica en el V Congreso Mundial sobre Banano.

El foro, organizado por la Corporación Bananera Nacional (Corbana) de Costa Rica, es «una plataforma internacional de alto nivel» para discutir los asuntos que atañen a la industria, describió a la AFP el director ejecutivo de la entidad, Jorge Sauma.

– Un mercado de alta competencia –
Cinco países centroamericanos, pero especialmente Guatemala, Costa Rica y Honduras, son importantes productores de la fruta, de la que reciben también significativos ingresos.

En 2013, Guatemala percibió 623 millones de dólares por sus ventas de banano, un 25% más que en 2012; Costa Rica exportó por 757 millones con una baja de 7,9%, mientras que Honduras lo hizo por un valor de 427 millones de dólares, con un pequeño aumento respecto del periodo anterior, según cifras oficiales de estos países.

Los resultados de 2013, calificados de satisfactorios por los productores, obedecen en parte a una contracción de las exportaciones de Ecuador, primer productor mundial, explicó a AFP Benjamín Paz, consultor internacional y catedrático hondureño radicado en Estados Unidos.

Sin embargo, Paz afirma que los productores centroamericanos no deberían confiar en las situaciones coyunturales, porque las tendencias del mercado resultan muy amenazantes para el banano, al menos en Estados Unidos.

La competencia no solo viene desde dentro, por una sobreoferta mundial de «bananas», sino que proviene de otros sectores del mercado, aseguró.

«Considerando la evolución de la canasta básica de productos en Estados Unidos, el precio del banano se ha incrementado muy poco en relación con otras frutas entre 1990 y 2012», señaló el experto.

«Mientras el precio de los bananos pasó de 0,46 a 0,60 dólares la libra, el de la manzana pasó de 0,72 a 1,38; el de las uvas de 1,26 a 2,49 y el de las peras de 0,76 a 1,08», indicó.

Paz advirtió que además hay una demanda creciente de otras frutas, entre ellas la piña, que amenazan con desplazar al banano.

– Temible enemigo –
Para el investigador Denis Leillet, del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo, de Francia (CIRAD, por su sigla en francés), los productores centroamericanos deberían tomar con «sumo cuidado» los riesgos que pesan sobre el banano, pese a los halagüeños resultados del año anterior.

«La enfermedad de Panamá constituye una amenaza muy seria», afirmó el experto, quien llamó a los países de la región a prepararse ante la eventual aparición del hongo.

La reaparición en Africa y Asia de la enfermedad, que en la década de 1950 destruyó la producción bananera en América Latina, se ve favorecida por el cambio climático.

Ante esto y las tendencias del mercado, «tengo el sentimiento de que se necesita un cambio importante hacia sistemas (de producción) más favorables con el medio ambiente».

«Hoy, las preocupaciones del consumidor europeo se han desplazado cada vez más hacia el tema de la salud, la protección del medio ambiente y los temas sociales», apuntó.

Leillet coincidió con Paz en que el futuro del banano está en la producción orgánica, la reducción de la huella de carbono y el respeto de los derechos laborales y sociales de los trabajadores.

«El nuevo reto para los productos no está tanto en medir el número de cajas por hectárea, sino la cantidad de agroquímicos por hectárea», concluyó Paz.